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¿Se quedará Cristina Fernández? Por Juan C. Sánchez Arnau

La muerte política había precedido a la muerte física. Kirchner se estaba yendo políticamente, ahora se fue físicamente. Como siempre que desaparece un político de fuste quedan “los viudos” y, en este caso, una viuda muy importante por la función institucional que desempeña. Pero la viudez de la Presidente pasa a ser doble: ha fallecido su marido pero, más importante aún, ha fallecido su jefe político. El hombre que la llevó al poder, que la modeló y que la encumbró, hasta terminar conduciendo políticamente su gobierno y el partido que la llevó al poder. Ante tanta pérdida ¿tendrá el coraje y la fuerza para seguir adelante? ¿podrá contener a “los viudos”? 


¿podrá hacer frente a la enorme presión que le caerá encima en pocos días más para que rectifique rumbos insostenibles de la política oficial, que eran mantenidos solo por la terquedad de su desaparecido jefe? ¿podrá sostener la presión para alejar de su lado a la cada vez más pesada carga del “moyanismo” y las “patotas sindicales”? 

La historia no se repite, pero no podemos dejar de evocar la muerte de Perón y lo que fue el gobierno de Isabel. Salvemos las distancias, Kirchner estaba muy lejos de ser un Perón y Cristina Fernández está muy por encima de lo que fue la segunda mujer del caudillo justicialista. Pero las circunstancias son muy parecidas: desaparece un jefe político mayor –y Kirchner, nos guste o no, lo ha sido- y queda su mujer en el poder, rodeada de los “viudos”, quizás de la misma o parecida calidad de los que rodearon a Isabel, sin un López Rega a la vista, pero probablemente con más de un aspirante a serlo cerca de su despacho. 

No hay que menospreciar el coraje ni la inteligencia política de Cristina Fernández, pero ya en aquella noche memorable del voto de la 125, hizo falta toda la decisión política de su marido para que no renunciara. Si lo hubiera hecho, nos habría ahorrado dos años de degradación política e institucional. Si lo hiciera ahora, quizás nos pueda ahorrar problemas mayores. Por una sencilla razón, no la imaginamos con la lucidez ni la grandeza política necesaria para conducir lo que pasa a ser un “gobierno rengo”, sin destino ni posibilidad de sucesión. De un gobierno que va a ser literalmente asaltado por las presiones de “viudos” desesperados por escapar a las consecuencias de su orfandad política y a las reacciones inevitables de tantos ofendidos y perjudicados por las políticas facciosas y confrontativas de los últimos años. Algunos de ellos, capaces de jugar muy duro para conservar un pedazo de poder o la impunidad. 

Hay varios escenarios posibles. El primero es que siga adelante con las políticas de su marido, aislada o rodeada de “los viudos”. Es una política de grandes riesgos, primero porque su base de sustentación política va a menguar rápidamente. Las bajas en el Senado y en la Cámara de Diputados ya se deben de estar contando en estos momentos. Más de un gobernador debe estar evaluando cómo seguir adelante, después de los días de luto oficial que nos esperan. De ellos, el más importante será Scioli, que perdió la gran oportunidad de la capitalizar una ruptura con Kirchner pero que ahora queda liberado de todo compromiso para llevar adelante sus ambiciones. A nivel de los intendentes y jefes comunales, las deserciones van a tomar solo el tiempo de saber quién se va a perfilar mejor en el horizonte político. Es un escenario complicado: aceptar la creciente debilidad política y dificultades hasta para armar una salida electoral, que obviamente la tendría a la propia Presidente o a Scioli como candidato. O subir la confrontación, como venía haciendo su marido y como va a pedir una parte de “los viudos” y sumir al país en un período políticamente muy conflictivo. 

El segundo escenario, es la aceptación de la situación política que tiene por delante y hacer un llamado a la unión nacional. Serio, con grandeza, sin las mezquindades del que siguió a la última derrota electoral. Pedir el apoyo y el compromiso de todos los sectores para conducir una transición ordenada hasta el 10 de diciembre del 2011. Dejar de lado ofensas y agravios y prepararse a entregar el poder a quien resulte ganador en las elecciones de octubre del año próximo. Quien no aceptara este llamado, seguramente sería castigado por la opinión pública y tendría pocas esperanzas de sortear el resultado electoral de octubre. Si la Presidente supiera conducirlo, su lugar en la historia de este país pasaría a ser muy distinto al que le tiene deparado al día de hoy. 

El tercer escenarios es volver a Calafate, quedarse en “su lugar en el mundo”, donde terminó sus días su marido ¿se lo permitirán “los viudos”?

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