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Cristina contra el fantasma de María Estela o el PJ busca herederos

María Estela Martínez, viuda de Juan Perón, es el fantasma que nadie quiere que regrese en el nuevo escenario de Cristina Elizabet Fernández, viuda de Néstor Kirchner. El entorno ultraverticalista, dominado por el sindicalismo ortodoxo peronista, provocó el prólogo a la tragedia cívico-militar posterior. El deseo de Perón era el cogobierno o algo semejante entre su viuda, apodada 'Isabel', y Ricardo Balbín, pero nada de eso ocurrió. Hay ansiedad por conocer lo que vendrá ahora, con aquella experiencia trágica.

SILVANA VARELA | 27/10/2010 | 13:19


CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Orfandad absoluta. Así siente el PJ haber quedado después de la muerte de Néstor Kirchner.

La desaparición física del ex Presidente no sólo afecta al espacio que representaba, sino también a quienes por diferencias de modos o de discursos, se pararon en la vereda opuesta.

El peronismo, a lo largo de su historia, ha tenido ciertas características diferentes a otros partidos políticos. No respeta a rajatabla la institucionalidad partidaria a menos que quien conduzca lo haga con poder real, y tampoco deja pasar demasiado tiempo antes de dejar ver los dientes de quienes pelearán, indefectiblemente, por la sucesión.

Sin embargo, el PJ aún sin ser demasiado respetuoso de la institucionalidad propia, ha sido durante décadas un abanderado del verticalismo a ultranza, algo que explotó Kirchner para lo que le convenía, pero que modificó él mismo cuando pasó por encima de gobernadores para crear un vínculo directo con los Intendentes y tejer desde allí, una estructura territorial que le respondiera en persona, y a la que sostenía, entre otras cosas, con caja.

En la estructura del PJ a nivel nacional, detrás de Kirchner lo sigue como vicepresidente Daniel Scioli, y continúa la lista con Jorge Capitanich, Hugo Moyano, Beatriz Rojkes y Sergio Uribarry.

Cuando Scioli comenzó a mostrar gestos de despegue con intención de posicionarse como un heredero natural a tener en cuenta a la hora de pensar en el próximo período presidencial del país, Moyano y Capitanich le bajaron el pulgar públicamente, lo que abre entonces el interrogante de si en estas circunstancias, soportarán ser conducidos partidariamente por el hombre al que le negaron capacidad para conducir la Argentina.

Ni que hablar si el oficialismo decide ante esta situación, proponer una fórmula para 2011 que no incluya a Cristina Fernández. Cualquiera que crea tener chances de llegar a Olivos, deberá contar antes con el apoyo de varios gobernadores, porque con una sola provincia no alcanza para pensare en una elección nacional, y si eso, se está fuera de carrera antes de empezar a caminar.

Por otra parte, Néstor Kirchner era quien verdaderamente sostenía la gobernabilidad de la Presidente, porque era él quien se encargaba del armado, de contener a los gobernadores aliados, y de tejer estrategias territoriales con los jefes comunales.

Aún así, en los últimos meses varios intendentes bonaerenses que no sacaban los pies del plato empezaron a dar muestras de querer tener voz propia, y forzaron varias situaciones después de que el grupo empezara a consolidarse como alternativa interna.

Y eso ocurría cuando aún Néstor Kirchner le hacía creer a propios y ajenos que su tendencia a sufrir episodios vasculares y coronarios le permitiría incluso soñar con un regreso al sillón de Bernardino Rivadavia.

Pero ¿estarán ahora los intendentes que ven amenazada la posibilidad de continuidad al frente de sus comunas en el próximo período, dispuestos a decir ‘sí Cristina’ como lo hacían con Néstor?

¿Quién será mañana el que pueda poner límites a los mandatarios? ¿Quién tendrá el verdadero poder como para poder mediar en las diferencias?

El advenimiento del poder sindical -desmesurado según algunos- por dentro del partido, es un tema que preocupa por estas horas.

El crecimiento de Hugo Moyano por derecha, enfrentado a sectores sociales que se movilizan por izquierda genera también un clima de tensión que lejos de apaciguarse se verá agitado por los próximos tiempos.

No falta quien asegure que las próximas discusiones internas del peronismo se zanjarán como otrora: con alguna que otra arma calzada en la cintura.

Y la mención a esta posibilidad no resulta tranquilizadora a tan pocos días de la muerte de Martín Ferreyra.

Pero, además, el fallecimiento de Kirchner, paradójicamente, afecta por igual a quienes se definían como “anti Kirchneristas”.

El PJ disidente, en cualquiera de sus variables, está sustentado sólo en la diatriba. Terminaba siendo casi una cuestión discursiva basada en un límite físico concreto: el propio Kirchner. Detrás de eso, aparecían gestos que daban a entender que si no existiera el liderazgo del ex mandatario, la mesa podía repensarse nuevamente.

El PJ disidente se queda ahora sin sustento para continuar siendo tan disidente, mientras que el oficial estaba inmerso en ‘K sí o no’, pero se genera un desconcierto absoluto sin la figura de Néstor Kirchner para cohesionar el espacio.

Propios y ajenos coinciden en algo: el futuro inmediato se sabrá en menos de una semana. La clave será si de la boca del entorno más cercano al patagónico, se escuchan comentarios respecto a una posible reelección de Cristina Fernández. Eso, dicen, daría la pauta de que el proyecto continúa en pie, y que lograrían traccionar tras ella, el apoyo de mandatarios provinciales y comunales sin mayores inconvenientes, aunque en ese caso, la guerra se desatará igual para posicionar a quien se convierta en compañero de fórmula, porque coinciden también en esto, sin un nombre fuerte, pensar en cuatro años más es tarea imposible.

Hay que recordar además, que ya varios gobernadores habían decretado fechas diferentes para realizar las elecciones en sus provincias, con la única finalidad de despegarse del arrastre negativo que podía significar estar atado a una elección nacional, pero que ahora con este nuevo panorama, deberán evaluar si continúan en esa postura o dan marcha atrás con el Decreto.

Eso también servirá para medir cuál es el grado de acompañamiento que darán los mandatarios a un proyecto peronista que se debatirá además, entre sus propias luchas intestinas y la necesidad suprema de sostenerla gobernabilidad de la administración nacional, aunque más no sea, para no regalarle una sola baldosa a la oposición.

Cristina tenía con Néstor, no sólo un matrimonio, sino una sociedad política, que significaba para ella el mejor respaldo que cualquiera puede tener: el de su compañero de toda la vida. Una sociedad en la que más allá de las diferencias o las discusiones algo era seguro: caminaban hacia el mismo objetivo, y uno cuidaba celosamente las espaldas del otro.

Podían ver conspiraciones (paranoicas o reales), pero siempre de otros; nunca el puñal provendría de alguno de ellos para con el otro.

Ahora, sin Néstor, Cristina deberá buscar en quién respaldarse, en quién confiar, y además, deberá dejar de pensar en la macro, para inmiscuirse en el microclima que le dejaba manejar a él; al menos, si quiere seguir teniendo no sólo el gobierno, sino también el poder, algo que con el peronismo nunca se sabe, porque por naturaleza, cuando huele sangre, es caníbal.

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