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El poder después de Néstor, “relato faccioso” de una muerte

La presencia de Néstor Kirchner durante los primeros años de Cristina Fernández como presidenta trajo consigo no sólo certezas, sino también discusiones. El carácter intempestivo de su forma política al entrar en la Casa Rosada en 2003 no había bajado su intensidad, aun cuando ya fuera expresidente y senador, y artífice de lo que la oposición prefirió llamar “doble comando” del poder.



Como una continuidad de esa forma partidaria, su muerte abrió un panorama incierto. Ya sin el incansable compañero del binomio político, la figura de la Presidenta se reformuló no sólo en su imagen personal, sino que se convirtió en el apóstol del relato kirchnerista, nacido a pocas horas del fallecimiento del Néstor hombre. Contra cualquier expectativa de una nueva Cristina en la asunción de su segundo mandato presidencial, la mandataria no sólo mantiene su apuesta como artífice de la memoria política de su esposo, sino que refuerza su política para construir unaversión contemporánea de los mejores mitos peronistas.
Entre el reconocimiento militante y, en parte, auténtico y la planificada construcción de la inmortalidad del referente absoluto del oficialismo, la viudez presidencial oscila entre el dolor personal y la formulación de unluto de Estado casi religioso. Con ella, el mensaje oficial de una memoria partidaria que pretende superar cualquier relato.
Aunque augura el fin de un ciclo, para el doctor en Filosofía y director del Programa de Historia Política (PHP) del Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG), Marcos Novaro, el luto K es parte de un intento por mecanizar, desde un “relato faccioso”, el mito partidario de un nuevo (y discutido) héroe de la emparchada Patria Grande.
Perfil.com: ¿Cuál es la dimensión política de la muerte de Néstor Kirchner?
Marcos Novaro: Luego de convertirla en un episodio político de revalidación de títulos del oficialismo frente a la sociedad, la muerte de Néstor Kirchner fue una operación muy exitosa. Esto no es nada nuevo.
Fue toda una construcción, fue toda una estrategia. Pero en parte fue también fruto de cierta espontaneidad.
Cristina fue una buena actriz, una buena representante de esa operación. Y recreó la estrategia de llegada que en su momento había intentado Néstor.
¿El luto de la Presidenta es sólo una cuestión personal o ya se convirtió en una protocolar cuestión de Estado?
No sigue pautas de normas institucionales. La figura del Estado de poner un busto de Alfonsín es una ceremonia institucional, pero cuando uno ve el modo en el que se construye el mito en el caso de Néstor y cómo eso se potencia en la viudez de Cristina, esto se asemeja más bien a la consagración de Evita como figura religiosa. El mecanismo es estatizar un mito partidario.
Pero sorprende la cantidad de homenajes y obras públicas con su nombre…
Sí, esos son gestos desde el Estado, pero es muy diferente el proceso de entronización en el panteón de los héroes institucionales que se hace con los presidentes en Argentina y en otros países. Eso es muy diferente de este uso faccioso del Estado para nacionalizar no solamente una figura partidaria sino nacionalizar un relato faccioso sobre esa figura.
En ese sentido, el cristinismo se toma todas las libertades que se tomó también el peronismo en su momento para entronizar a Evita. El “Néstornauta” en las escuelas secundarias es lo más parecido a la “Razón de mi Vida” que se ha hecho en los últimos cincuenta años en la política argentina. Están replicando con Néstor lo que se hizo con Evita, con un contenido más de izquierda.
La viudez de la Presidenta se asocia rápidamente con la de otra mujer en el Poder: María Estela Martínez de Perón. ¿Son comparables?
Es otra historia con la que los cristinistas se quieren diferenciar. Si se escucha el relato que ellos hacen es: “Perón no fue fiel a Evita mientras que Cristina va a ser fiel a Néstor”. No sólo “fiel” sino que lo va a potenciar, lo va a radicalizar. Es la diferencia fundamental con la tradición peronista que ellos están planteando. Perón mitificó a Evita tras su muerte, pero para abandonarla.
Además, lo que está implícito en esto es la mujer, el poder fuerte de la relación, mientras que para Perón, la mujer siempre era el poder débil. Y fue eso en el caso de Evita, porque la debilitó y finalmente la abandonó. En el caso de María Estela, eligió una figura que era imposible que fuera su heredera.
Cristina no sólo es una buena heredera, sino que lleva la herencia política a su culminación plena. Hay una alusión a la historia y a cómo se corrige la historia del peronismo, que es constante. El kirchnerismo es eso: “nosotros vamos a corregir la historia argentina, y vamos a incluir la historia peronista”.
¿Qué diferencias encuentra entre el kirchnerismo de 2003 y el cristinismo hoy?
Néstor construyó un equipo: estaba él, (el exjefe de Gabinete) Alberto Fernández, los gobernadores con los que hablaba, (el secretario general de la CGT, Hugo) Moyano… Había una coalición.
Cristina no creó una coalición, creó un régimen puramente presidencial, lo que se llama una “presidencia personal”. Esto es muy diferente al esquema de Néstor, que ya era un esquema centralizado pero con toda una coalición detrás.
La principal diferenciación es en la economía y en la relación con los empresarios. El cristinismo es una versión radicalizada del kirchnerismo en política económica. Y eso se ve en cómo han reemplazado un capitalismo político subsidiado y promotor de actividades que generaban empleo, en parte productivas y en parte especulativas, a un esquema que es básicamente de capitalismo de Estado o que pretende serlo, fuertemente marcado por intervenciones discrecionales. No hay un recambio empresario.
Luego, están los problemas de alineamientos internacionales. Yo creo que Néstor siempre jugó con ese equilibrio entre el chavismo y el lulismo, de llevarse bien y mal con Estados Unidos.
Acá quieren convertir todas las organizaciones en órganos facciosos. Buscan penetrarlas y disolverlas. Lo están haciendo con la UIA, la CGT y lo hacen también con la Iglesia.
Es parte de lo mismo: destruir las viejas corporaciones de la Argentina para reemplazarlas por el partido único de la revolución. Eso es chavismo puro, es lo que está llevando a una crisis cada vez más grande al Gobierno y hasta a enfrentar a los peronistas con los cristinistas.
La Presidenta tiene un discurso más místico que el de Néstor, ¿hay diferencias en la relación con Iglesia?
No veo tantas diferencias en este sentido. No sé si Cristina está siendo más reformista que Néstor.
¿Tal vez más conservadora?
Sí, conservadora. Me da la impresión que sus alusiones a Dios son bastante significativas. En eso también se parece a Chávez.
Para muchos, el primer mandato de Cristina Fernández fue un doble comando entre ella y Néstor. ¿Cómo se redefine este binomio hoy?
El doble comando existía. Y, en ese doble comando, en los hechos claramente era Néstor el que tomaba las decisiones de Gobierno. Cristina intervenía como quien hace de sparring, el factor activo era Néstor claramente. Luego de la muerte de Néstor, ella recogió esta expectativa de “¿y ahora cómo va a hacer?”. Lo tomó y lo reformuló muy eficazmente.
Esta es una reconstrucción corregida del mito de la mujer del líder que se invierte para mostrar lo que el kirchnerismo supera del peronismo y lo que Cristina supera de la experiencia de Perón con sus mujeres. Eso funcionó hasta aquí, pero que haya funcionado como dispositivo de liderazgo no quiere decir que funcione como dispositivo de gobierno. Eso fue muy eficaz para ganar elecciones, pero para la gestión de gobierno fue un desastre.
¿Por qué?
Fue un desastre porque desarmó un equipo de gobierno, una coalición, y no construyó nada en su reemplazo que pueda funcionar. Se peleó con medio mundo… Lo que construyó fue un círculo, una corte de figuras con muy poca capacidad de gestión, con muy poca base propia y con grandes dificultades para manejar los problemas complejos que tienen que manejar.
¿En qué momento se abrió paso el cristinismo?
Néstor actuó personalmente, puso el cuerpo en una serie de decisiones en donde actuó esa capacidad presidencial. Cristina hizo básicamente lo mismo, con su estilo y característica más maternal, mucho más discursiva. Éste es el período que inicia el cristinismo. En ese momento, se inicia el ciclo que hoy está concluyendo. Es un ciclo mucho más corto que el de Kirchner, mucho más afectivo e ideológico, y basado fundamentalmente en una nueva oportunidad de lanzamiento presidencial.
Ese tipo de gobiernos necesitan de la popularidad presidencial, que finalmente es su único activo. Sin popularidad, eso no puede funcionar. Por eso es que creo que es un ciclo corto. No va a terminar ya, pero está concluyendo bastante rápidamente, comparando con el ciclo kirchnerista.
En medio de tantas especulaciones por una eventual re-reelección, ¿Considera que el “cristinismo” está terminando?
Creo que sí. Es un fruto mucho más efímero que el de Néstor. Me da la impresión de que ya se está terminando porque tuvo las mismas bases institucionales y de recursos económicos y políticos que Néstor pero mucho más devaluadas por el paso del tiempo. Y porque sus otra bases simbólicas fueron mucho más personalistas que las de Néstor.
Si esta es una doctrina personalísima, ¿ve posible una re-reelección o Cristina buscará otro candidato?
Esto lo debería haber resuelto al momento en que comenzó a considerar la reelección. Estaba la posibilidad que ellos impulsaran la reforma constitucional porque estaba el proyecto de (Eugenio) Zaffaroni, que era razonable desde la perspectiva de ellos, y estaba la posibilidad también de crear un pacto con los aspirantes a la sucesión.
Estas dos opciones están cerradas. La pregunta que hay que hacerse es si Cristina va a terminar su mandato.






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